Posee 5 pares de apéndices: 2 de antenas, un par de mandíbula y dos pares de maxilas. Todos los tagmas poseen apéndices;
en las formas primitivas tienden a ser similares entre sí, mientras que
en las más evolucionadas se transforman y se adaptan para funciones
específicas. Excepto el primer par de antenas (anténulas), los demás apéndices son birrámeos, al menos en estado embrionario. Este tipo de apéndice posee una zona proximal de tres artejos (a veces reducidos a dos o a uno) llamada protopodio o simpodio, en la que se articulan dos ramas, una principal interna (endopodio) y otra secundaria externa (exopodio); el protopodio posee a menudo expansiones denominadas exitos, situadas en la parte externa, y enditos, además de epipodios
foliáceos con función respiratoria. En algunos casos, dichas
expansiones se desarrollan considerablemente y adquieren el papel
preponderante del apéndice; por ejemplo, los grandes enditos de las
mandíbulas, denominados gnatobases, se encargan de masticar el alimento. El exopodio desaparece en los decápodos, cuyos apéndices tiene, por tanto, apariencia unirrámea.
El segundo par de antenas, específico de los crustáceos, quizá
represente los apéndices de un segmento del tronco que se fusionó con la
cabeza ancestral
Los apéndices de los crustáceos, a pesar de su gran diversidad, responden a dos tipos estructurales básicos:
- Estenopodios. Son apéndices alargados, cilíndricos, robustos, con tegumento duro y con sus artejos bien articulados entre sí. Son las típicas patas marchadoras.
- Filopodios. Son apéndices foliáceos, aplanados, con tegumento delgado y con articulaciones poco marcadas. Sus funciones principales son la natación y el intercambio de gases.
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